Con el beneplácito de Zeus, Tetis y Peleo celebraron sus bodas, invitando a todos los dioses al festejo, con excepción de Eris (la Discordia). Ésta, furibunda, cruzó velozmente por el lugar de la fiesta y, sin ser vista, arrojó una manzana que llevaba escrito sobre la cáscara: “Para la más hermosa”.
Hera, Afrodita y Atenea pelearon por la manzana, declarándose cada una la más hermosa de las diosas y entablando prácticamente una batalla campal que sólo pudo ser frenada con la intervención de Zeus, quien determinó que fuera un mortal, el príncipe Paris, hijo del rey de Troya, quien señalara a la que a su juicio era la más bella.
Ante el dilema, Paris reflexionaba, en tanto cada una de las diosas se acercó a él para ofrecerle un obsequio a cambio de una decisión en su favor: Hera prometió al príncipe el dominio absoluto de Asia si su decisión la señalaba como la más hermosa; Atenea le aseguró que lo haría sabio e invencible. Afrodita, al cabo la triunfadora, le prometió el amor de la mujer más bella, de modo que un seducido Paris le entregó a la diosa del amor la funesta manzana.
Mientras Afrodita guiaba a Paris hacia Esparta, donde vivía Helena, la más hermosa mortal de que se tuviera memoria, y a quien Afrodita hechizaría de forma que al ver a Paris se enamorara de él, Hera y Atenea fraguaban una venganza terrible que tomaría forma en la guerra de Troya, inmortalizada en La Ilíada.
PROMETEO Y PANDORA
Hijo de titanes, Prometeo era un héroe que, engañando a Zeus, robó una chispa del fuego eterno a fin de alumbrar a los hombres y darles calor. Zeus, enfurecido, ordenó a su hijo Hefestos que encadenara a Prometeo en lo alto de un peñasco, donde cada día llegaría un buitre a arrancarle las entrañas enmedio de espantosos dolores, y donde cada día las entrañas de Prometeo volverían a renacer.
Los hombres, poseedores entonces de la luz del fuego eterno, eran muy felices, lo cual incomodaba a Zeus, por lo que éste ordenó a los orfebres del Olimpo que construyeran una formidable caja que serviría de dote para que Pandora se desposara con Epimeteo (también hijo de titanes).
De acuerdo a la oferta de Zeus, Epimeteo y Pandora vivirían entre los hombres, en un ambiente de infinita felicidad, con la condición de que nunca abrieran la caja que contenía tesoros incomprensibles para los hombres. Zeus confiaba en que la inefable curiosidad femenina empujaría a Pandora a abrir la caja, lo cual presumiblemente ocurrió, liberando no tesoros, sino todos los males como la muerte, la peste, el hambre y la guerra, hasta entonces desconocidos por los hombres, con los que Zeus se vengaba de la humanidad por usar el fuego de los dioses. En el fondo de la caja quedaría únicamente la esperanza, con la que los hombres se consolarían.