Caía de nuevo la lluvia, no paraba de llover. Este otoño eterno recorría la ciudad, la luz achocotalada y triste mataba los deseos, y el bloc caído de sueños de fresa que ya no dice nada, que no se abría.
Las palabras rancias que transmitían eran el pago de su esclavitud, se marcharon en un camino confuso apedreado de cemento. Se escurrió entre las juntas volviéndose moho.
Una alfombra de paraguas deslizaba las gotas, rostros escondidos zarandeaban lo justo para no chocar. Temblaba el aleteo de palomas refugiadas en los caños de la azotea de un viejo caserón. Alborotado palpitaba el plástico que cubría los puestos callejeros, tapando la mercancía de la descarga de las nubes. Entraba en escena de improviso el viento, era cuando nadie se lo esperaba. Las alcantarillas rebosadas de agua, se habían atrancado y la escupían cuando llegaba.
La piel negra manchada de barro, su suela carcomida, los cordones abiertos despuntados remaban en el charco, de un puntapié lanzó a un naufrago ahogado. Una rata del asfalto, la pisotearon decenas de tacones, de suelas, de ratas de ciudad al pasar.
En el mercado abierto al público en medio de la calle, donde acababa, trenzaba una callejuela estrecha cortada, un viejo bulevar, una vez fue... Algo que debió de ser, creo no poderlo recordar.
El bulevar estancaba en su vivir gente de la calle, jóvenes sin techo, adolescentes de cuello estrecho. Cortaba hasta el final, una puerta derruida que pasaba a un abandonado local era el hogar compartido. No era espacioso, no era cómodo, no era mas que un saco de dormir. La humedad incautiva del sonar que la lluvia apuntalaba contra el suelo, desmerecía los intentos de contar las gotas que resbalaban por uno de los cristales agrietados, fingían adherirse para pocos segundos de espera, llegar otras que la empujaban, siempre semejante, siempre igual.
El pequeño Luka, mataba su tiempo en pegamento, tirado sobre el calado escalón que cernía en la entrada deslucía entre refugiarse u oler la tierra mojada que ocasionaba la lluvia al caer. Seis gatos vecinos, entre escondidos, entre cajas de cartón, le acompañaban. Varios niños huérfanos de abrazos de padres, vagabundos de experiencia dentro del bulo, refugiados de lo que acontecía fuera descansaban. El bulo, así lo llamaban esos niños al local, no se sabe muy bien porqué, acaso importaba poco.
El pequeño Luka abrazaba sus rodillas, cruzaba sus brazos, metió su cabeza en la bolsa, respiraba otra lluvia, negra que le escurría por dentro de su piel. Chancletas de esparto, asomaba sus dedos entre los calcetines largos granates, una imagen de patria tropical, su pantalón pirata exageradamente ancho cortado por debajo de las rodillas.
El pequeño Luka era sin embargo el más grande de todos los niños del bulevar, cernía su mirada en la nada del suelo, arrancaba algún fleco del pantalón, lo anudaba, lo vacilaba, jugaba entre sus dedos y con el pulgar y medio en palanca lo catapultaba apenas un trazo de metro sin llegar siquiera.
Su amigo Tena salió del cascaron del bulo y se bañó en la calle, lanzando su melena en volandas, sus manos deslizaron por su cara y su cabello, recogiéndoselo. Se sentó en el escalón calado al lado de Luka, comiendo toda la entrada al bulo. Luka le extendió la bolsa que tenia a Tena.
–Hun Hun –chirrió entre los dientes Tena, negando.
Luka la arrojó hacia donde estaban los gatos, que apenas se inmutaron, mas que sus cabezas quedaron mirando a Luka como en un compás de espera.
–Me he quedado un rato dormido –le dijo a Luka–. ¿Te he dicho alguna vez que me gusta la lluvia?
–Sí, unas tropezientas veces –le extendió una leve sonrisa este.
–¿No nos tocaba hoy ir a por comida?
–No. Creo que han ido Richi, Maxi y Danti, aunque hay algo de ayer aun de todas formas.
El pequeño Luka era sin embargo el más grande de todos los niños del bulevar, cernía su mirada en la nada del suelo, arrancaba algún fleco del pantalón, lo anudaba, lo vacilaba, jugaba entre sus dedos y con el pulgar y medio en palanca lo catapultaba apenas un trazo de metro sin llegar siquiera.
Su amigo Tena salió del cascaron del bulo y se bañó en la calle, lanzando su melena en volandas, sus manos deslizaron por su cara y su cabello, recogiéndoselo. Se sentó en el escalón calado al lado de Luka, comiendo toda la entrada al bulo. Luka le extendió la bolsa que tenia a Tena.
–Hun Hun –chirrió entre los dientes Tena, negando.
Luka la arrojó hacia donde estaban los gatos, que apenas se inmutaron, mas que sus cabezas quedaron mirando a Luka como en un compás de espera.
–Me he quedado un rato dormido –le dijo a Luka–. ¿Te he dicho alguna vez que me gusta la lluvia?
–Sí, unas tropezientas veces –le extendió una leve sonrisa este.
–¿No nos tocaba hoy ir a por comida?
–No. Creo que han ido Richi, Maxi y Danti, aunque hay algo de ayer aun de todas formas.
–Hoy es domingo –le decía Tena y le apuntaba con la cabeza hacia el trenzar del bulevar, al principio del callejón, donde a lo lejos veían un cacho de puestos del mercado.
–Sí –sin muchas ganas de charlar intervino Luka.
–La mayoría de los días no sé que días son, hoy por el mercadillo sino ni idea de que sería.
–Sí –desganado Luka le contestó.
–¿Cómo sería este sitio, siempre habrá sido así? –Preguntaba Tena al aire.
–No –Le contradijo Luka.
–No, ¡¿Qué?!
–Que no fue así.
–¿Y...? –Le tiraba de hilo Tena, con sus brazos en gestos se lo pedía.
Hace años este callejón, era una extensión del mercadillo. Había puestos, donde vendían objetos de arte, como candelabros y cosas de esas antiguos, ya sabes tú a que me refiero. El bulo era una tienda de vidrieras de colores y columnas de mármol.
La lluvia no te mojaba los pies al pisar, tenía unas botas de goma y en los charcos hundía mis pies, era divertido. Las personas sonreían, pero no como ahora, las risas que hallas podido ver son gritos rallantes. Existía un parque por aquí cerca donde iba a jugar, había unos columpios chévere y muchos niños siempre en ellos. Esos niños no éramos minihombres, éramos simplemente niños,
–¿Y que paso? –Preguntaba Tena.
–Un pasado donde hubo que dejar de sonreír, no lo digo por mí. Sólo digo lo que hubo que dejar, una nube gris atravesó la ciudad cerniendo, se callaron los alaridos, se enterraron los juegos en el parque, las palabras se fueron apagando. Cada persona botaba para sí, se perdió el reír, y donde hube que mendigar, apenas se hablaba, ni siquiera los padres a sus hijos y abandonaban todo.
–¿Tus padres te abandonaron?
Luka y Tena llevan algunos años siendo amigos, los mejores amigos, sin embargo había detalles del pasado que nunca se contaban. No era la desconfianza, ni aun el hecho de ser una mera compañía sin amistad. La vida dura en las calles les hacían ser fuerte, y sin que valiera de excusa no intentar comparecerse ante nadie. Esto unido al perdido pasado de recuerdos que acaecía sobre la ciudad, era una losa que sorteaban a diario por no caer.
–Ellos... Todos enloquecieron, parecían no recordar nada. Nadie conocía a nadie, todo fue confuso, nos volvimos robots, manipulados...
–¿Y como puedes recordarlo Luka? Yo soy incapaz de acordarme de ello...
–Ven, te contaré mi secreto –dice mientras se levanta. Tena le sigue. Los dos muchachos se trasladan al fondo del callejón pasando por el medio metro de lateral del bulo que separa la pared. Una brecha lo arañaba, el techo de Uralita los protegía de la lluvia, los detalles acaso en la ruina poco importa, mas que desmerecer el comentario.
–Esto supongo que seria la trastienda del local –le decía Luka, le enseña sobre una pared garabatos abstractos, líneas desdibujadas sin ninguna lógica.
–¿Lo has hecho tu?
–Si, y me hace recordar.
–Pero no son dibujos, no tienen forma, ¿como es capaz de...?
–No lo sé, sólo que aburrido en un día, tembloroso mi tiza en mi mano, hacia garabatos sobre la pared y descubrí que me ayudaba a recordar.
–¿Y no se lo has contado a nadie? Es fabuloso
–¿Tu crees? Créeme es mejor no saber nada, y vivir
–Tal vez tengas razón, pero esto podría ser un paso para cambiar algo.
–¿Algo? Esto no significa nada, solo son garabatos, por favor sé realista, somos niños sin recuerdos, y cuando crezcas ni recordarás este momento.
Tena conmovido por lo que contaba Luka indagaba, se exprimió un convencimiento de que era distinto el punto de vista si hubiera estado allí ese día, en ese momento lo hubiera vivido por igual. Sin habérselo contado, sin imaginar una alternativa para entenderlo en otra dimensión. Una cortina de palabras sólo es un envoltorio sin humo que ver. En él se parecía a sus pensamientos a Luka, habían compartido todo desde años, hasta el ruido repentino que producía al bostezar se lo contagió a Luka.
Eran libres, hermanos de vida, de la lluvia negra que respiraban, que les ayudaba a sobrevivir, mas si faltara el aliento de un sorbo de humo negro, no sabrían respirar aire limpio. Vivían lo que había, respiraban lo que les dejaban...
–Déjame probar –pidió Tena. Cogió una tiza y la prendió a rayas sobre la pared.
Luka miraba sin interés y muestra hacia atrás sin previo pensamiento.
–¡Luka! –Le llama la atención Tena–. ¡Mira!, al hacer este garabato he recordado algo
–¿El qué? –Pretendió descubrir Luka.
–No sé, estaba como apagado dentro de mí.
–Ya, como todos los seres de esta ciudad –resignó Luka su primera instancia de curioso.
–¡No, espera, espera! –Le quiso llamar la atención a Luka. Tena sigue garabateando sobre la pared y arañado, esos chirridos incitan, le inspiran ardiendo líneas cruzadas, círculos discontinuos, ilegibles e ilineales líneas.
–Ya me acuerdo, me acuerdo cuando tenia cinco años y me regalaron un puzzle, pero no me acuerdo que era, esta tan distorsionado en verdad, como...
–¿De verdad? Sigue dibujando. –Le pidió Luka cortando la metáfora que buscaba su amigo. Curioso volvió a ver como Tena había descubierto un detalle pormenor que quien sabe si romperá el anodino presente.
Tena sigue, desmenuza el color de la tiza en la pared. Era... Era... De animales... Un ganso, un un... no... no... un búho..., un guepardo.
–Yo no sé lo que es un guepardo, al menos no me acuerdo sí lo sabia.
–Luka, prueba a dibujar encima de mis garabatos.
Tena amaga, como pensando, pero no piensa, sólo amaga.
–Sí, prueba, en serio –le instiga Tena. Acabando de convecerle parte la tiza en dos partes y le entrega uno de los cachos a Luka. Este lo agarra e impropia desfachatez de sentido común y marca sobre la fachada sus garabatos. Tuerce su vista dirigiéndose al otro chico y le dice...
–Una cebra, un loro y... –Tena hace caso omiso de esperar un nuevo y último animal que cuadre el rompecabezas y acompaña a Luka en su rallar sobre la pared.
–Una foca –dicen los dos a la vez.
Se sorprenden, ha tenido un recuerdo juntos, algo que recordar compartido. Su complicidad fulge en sus sonrisas cambiantes durante un miligramo de su historia. Encuentran un pequeño placer calmante de sus destinos, el agobio calma, la típica estampa de bienestar, reposa, reposa, calma, sus corazones de minihombres madurando, endurecidos de frío despropósitos, baje, aunque no quiera, sube, aunque no pueda...
Luka y Tena callan sin soltar palabra, no hay motivo, ellos dos se entienden, un juego improvisado, el juego de la vida cambiando de reglas, experimentan tras una parada.
Agarran entre sus manos una tiza que malperdida rulaba hace instantes antes de ser partida en dos y la crujen para que arañe la pared y garabatan a diestro y siniestro, enlazados, en distintos caminos, paralelo sus pasados entran en contacto, recuerdos que vienen, desde una raya, en un croquis inmediato. Tachones que dicen mucho, pasan un largo tiempo descubriendo su propia historia. Luka para y va a por algo de comer, le trae un sándwich escabroso a Tena, que inmerso en su creación, agarra el bocado entre mordisco y mordisco.
–Sí, prueba, en serio –le instiga Tena. Acabando de convecerle parte la tiza en dos partes y le entrega uno de los cachos a Luka. Este lo agarra e impropia desfachatez de sentido común y marca sobre la fachada sus garabatos. Tuerce su vista dirigiéndose al otro chico y le dice...
–Una cebra, un loro y... –Tena hace caso omiso de esperar un nuevo y último animal que cuadre el rompecabezas y acompaña a Luka en su rallar sobre la pared.
–Una foca –dicen los dos a la vez.
Se sorprenden, ha tenido un recuerdo juntos, algo que recordar compartido. Su complicidad fulge en sus sonrisas cambiantes durante un miligramo de su historia. Encuentran un pequeño placer calmante de sus destinos, el agobio calma, la típica estampa de bienestar, reposa, reposa, calma, sus corazones de minihombres madurando, endurecidos de frío despropósitos, baje, aunque no quiera, sube, aunque no pueda...
Luka y Tena callan sin soltar palabra, no hay motivo, ellos dos se entienden, un juego improvisado, el juego de la vida cambiando de reglas, experimentan tras una parada.
Agarran entre sus manos una tiza que malperdida rulaba hace instantes antes de ser partida en dos y la crujen para que arañe la pared y garabatan a diestro y siniestro, enlazados, en distintos caminos, paralelo sus pasados entran en contacto, recuerdos que vienen, desde una raya, en un croquis inmediato. Tachones que dicen mucho, pasan un largo tiempo descubriendo su propia historia. Luka para y va a por algo de comer, le trae un sándwich escabroso a Tena, que inmerso en su creación, agarra el bocado entre mordisco y mordisco.
Con una última mirada hacia la pared, pasaron por el estrecho pasillo, volvieron a la parte delantera del bulo, y se encaminaron fuera del bulevar. Los demás niños reposaban aun dentro del bulo, oyeron un estornudo de alguno de ellos. Uno de los gatos que cubría la calle se separó al pasar ellos volviendo hacia donde estaban los demás, entre cajas ya frágiles por el agua, entrecubiertas de marcas de pezuñas de gatos.
Fin Capítulo I
Un viaje y un amor
La noche caía y las estrellas empezaban asomarse con cierta timidez, una brisa fresca hacía que la noche se tornará agradable y tranquila, las luces se encendían iluminando las oscuras calles, las casas también iluminadas daban la impresión de que todo era paz y felicidad. La gente tenía un aire calmado y despreocupado, pero si se las veía bien por dentro esas personas tenían tristeza, cada una diferentes problemas que querían solucionar rápido. Muchas personas llevaban una vida aburrida, porque la rutina los desanimaba, sus vidas eran del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, todos los días era igual y muchos querían aventurarse en lo desconocido, algo los hiciera salir de aquella rutina que los consumía, pero nadie se animaba hacer lo que deseaban por temor “al que dirán”, “y si pasa algo”; esos cuestionamientos obligaba a estas personas a no hacer nada y consumirse en el aburrimiento, la tristeza, lo cotidiano.Muchos intentaban suicidarse al no soportar eso, otros enloquecían y algunos se resignaban a esa vida.
Pero una mañana una mujer, de entre 24 y 26 años, que vivía sola y no tenía un amor en su vida;se levantó como habitualmente lo hacía, fue al baño y mientras se lavaba la cara se miró al espejo y decidió en cambiar su vida, en salir de esa monotonía y disfrutar la vida como debía ser, aunque todos pensaban que habría enloquecido, así que esa mañana en vez de ir a trabajar optó por dar un largo paseo y pensar que quería hacer realmente. Camino durante horas por aquellas calles, aburridas y sin vida, era temprano, la gente empezaba a irse al trabajo, de pronto esas calles se llenaron de personas que iban y venían apuradas, protestando; nadie era amable con nadie, tal vez por el stress o por la vida que se llevaba tan agitada, vaya uno saber el motivo de aquella actitud para con el prójimo.Esta mujer pensaba que su vida no tenía emocionante ya que se sentía sola, con un vacío muy grande en su alma y que la vida que tenía no le gustaba, su vida era sin sentido, tenía que hacer algo diferente o morir en el intento, su cabeza era un torbellino de ideas, que quería aclarar y hacer realidad alguna idea para recuperar su paz, su alegría y sobretodo las ganas de vivir o algo por lo que valiera la pena estar viva.
Cuando volvió a su casa, y ver aquella casa fría como el hielo, tomo la decisión de que haría un viaje, recorrería el mundo y quizás hasta conocería al amor de su vida, aunque eso poco le importaba, a pesar de que esa idea era demasiado cara ella conseguiría hacerla real, muchas veces había soñado con volar tan alto que pudiera traspasar las nubes, quería ser libre para volar como un ave, se sentía presa de aquella rutina, de esa vida la cual la estaba destruyendo. Necesitaba luchar por lo que quería o mejor buscar porque luchar y lo estaba logrando, aunque su gran miedo era no poder conseguir su meta, porque siempre le pasaba algo que impedía llegar a lo que anhelaba y eso la dejaba pero aún, pero debía afrontar los miedos para poder cumplir su sueño y ser feliz, recobrar su felicidad que hace años había perdido. Mientras pensaba en todo eso, tomó un libro y se sentó en su sofá, luego de un rato se quedo dormida, cuando volvió a despertar, notó que ya era de noche, se asomo a la ventana y vio que llovía, también vio que joven pasaba y le sonreía, ella mostró indiferencia volviéndose a sentarse, pasado un rato se fue a duchar, abrió la llave de la ducha y entró necesitaba que el agua cayera sobre su cuerpo desnudo, luego de la ducha se fue dormir mientras meditaba sobre sus planes y si tenía futuro.
Al otro día todo ocurría de nuevo como el día anterior solo que esta vez fue a su trabajo, con la diferencia que había decidido renunciar y dedicarse a lo que era ella quería, que era escribir y viajar por el mundo, aunque sabía muy bien que sería complicado sobrevivir, pero se armó de valor y se dijo así misma que nada era imposible si se lo proponía, así que se dirigió hablar con su jefe y pidió la renuncia, obviamente su jefe le pregunto el motivo de la renuncia, diciéndole que era una locura en los tiempos que estaban, pero eso a ella no le importo e insistentemente pidió renunciar, su jefe no tuvo opción que acceder al pedido y aceptó su renuncia; después de esto ella se sintió libre, tan libre como un ave que es liberada luego del encierro, ahora solo debía seguir adelante con sus ideas y rezar para que salieran como querían.
Luego de salir de la oficina de su jefe y dirigirse hacia la calle, pensaba que ahora podría dedicarse a planear su gran viaje y aunque no pensaba mucho en el futuro, algo dentro d ella le decía que algo le iba a suceder en su viaje, no sabía si estar con temor o si estar contenta porque al fin vería su sueño hecho realidad, así comenzó a tramitar papeles, averiguar el costo de pasajes y todas esas cosas, que de alguna forma la llevarían a su felicidad., también imaginaba si era posible ser feliz al menos una vez en esa tan amarga y rutinaria.
Pasaron los días y ella aún no se iba de ese lugar, entonces sin pensarlo más comenzó arreglar sus cosas, y buscar pasaje pero todavía no sabía por donde empezaría a recorrer el mundo, a pesar que ya tenía todos los papeles listos. Como ya era tarde para hacer una reserva decidió esperar al otro día, así también podría consultar con la almohada el rumbo del viaje; al otro día se levantó muy temprano cuando los rayos del Sol recién iluminaba la ciudad, se ducho, tomo su desayuno, ordenó las cosas y con maleta en mano y cartera, bien arreglada salió a la búsqueda de su aventura y futuro. Lo único complicado sería encontrar algo para ese mismo día, se recorrió todas las agencias y lugares posibles pero fue inútil, en todas tenía que esperar por lo menos un mes ya que todo estaba tomado. Con pena y resignación volvió a su casa a esperar, igual compró que lo observó durante todo el camino a su casa, pensando que un mes era mucho y que moriría en aquella rutina, pero no tuvo más opción que ser paciente y tranquilizarse.
Los días pasaban lentos y la mujer parecía morir con tanta rutina, en aquella triste ciudad, sola tan sola que ni ella misma sabía en que mundo habitaba o si se encontraba en otra dimensión. Una mañana sonó el teléfono, era una amiga luego de llevar tiempo sin comunicarse con ella, que la invitaba a una reunión, pero esta conocía bien esas reuniones y no le gustaban para nada porque eran aburridas, entonces para aburrirse prefería hacerlo en su casa y ella misma, asíque le dijo que tenía otros compromisos y no podía ir, la amiga se enojó un poco pero no insistió. Su vida transcurrió tan fría como hielo y siempre en aquella devastadora vida rutinaria que la hundía en la locura, en más de una oportunidad intentó suicidarse pero siempre pasaba algo o alguien que se lo impedía, de esta forma transcurrieron sus días, hasta que al fin llegó la fecha de viajar, se encontraba tan emocionada, ansiosa y nerviosa que no podía creer que iba hacer realidad un sueño y quizás podría encontrar lo que buscaba la felicidad y alguna luz de esperanza y paz a su vida tan triste y amarga. Llegó al aeropuerto en hora, hizo todo lo que debía hacer, el avión que tomaría sería hacia New York, quería conocer aquella ciudad así que estaría varios días, cuando por fin se vio en el avión no lo creía y con una sonrisa en sus labios hizo todo el viaje. Más adelante pensaría otro destino para seguir su idea y ser libre como el viento. Aunque no sospechaba lo que el destino le tenía deparado en Estados Unidos.
Cuando finalmente llegó a New York, sintió que soñaba porque su sueño se hacía real y aquello le parecía extraño una sensación rara se apoderó de su cuerpo entre alegría y nostalgia pero no podía mirar atrás y seguir luchando por aquello que quería. No podía creer que veía estaba en esa ciudad tan grande y maravillosa, ahora tenía que buscar un hotel para quedarse y hacerse entender, aunque todavía no sabía cuanto se quedaría allí.
Espero un taxi y le trato de explicar que la llevara a un hotel, pero el hombre parecía no entenderle, por una de esas casualidades del destino, pasó por allí un hombre, bien parecido, que parecía hispano y escuchó, se arrimó a la chica muy amablemente se presentó y como hacía un tiempo estaba en ese país manejaba algo el inglés así que le ofreció su ayuda, le ofreció la casa del y su ayuda en todo, ella al principio le dio temor porque no conocía al hombre y además irse a vivir a una casa de un extraño le parecía mal, pero tanto insistió este señor que logró convencerla y tranquilamente fueron hacia la casa, ella le contó su vida y su historia, por su parte él también le contó su vida , así pasaron largas horas conversando de sus vidas.
Con el correr de los días se fueron conociendo cada vez más y sabiendo más uno del otro, se hicieron muy amigos, se ayudaban mucho. Hasta empezaron a salir a pasear y caminar juntos, él le dijo a ella que se podía quedar todo el tiempo que fuera necesario o si quería para siempre. Pasaron los días y ella estaba como que no quería marcharse, no sabía el motivo por el cual no deseaba abandonar aquel lugar, quizás porque le gusto o porque aquel hombre le atraía y comenzaba a sentir algo por él. Por ello decidió quedarse más tiempo para ver que pasaba, tal vez sus planes estaban dando un giro inesperado.
Al final llego pasar como dos meses en aquel país y para ese entonces se dio cuenta que se había enamorado de su amigo, pero no sabía como confesárselo y tenía miedo del rechazo, esto no estaba en sus planes, pero sin embargo paso. Ella le demostraba que lo quería y él parecía que también le pasaba algo más fuerte con ella que una amistad, quizás el destino, la vida o vaya a uno a saber que hicieron que se conocieran en aquel país.
Una tarde cuando salieron a caminar, los dos se miraron como para confesarse algo, en los ojos de ambos se notaba una chispa, un sentimiento que cada vez más afloraba, finalmente luego de unos minutos de silencio, él irrumpió diciéndole que había empezado a sentir algo por ella, que se estaba enamorando y que por favor no se fuera, ella al oír aquellas palabras que tanto quería escuchar, sentía que su corazón se le escapaba de la emoción, que iba a desmayarse; luego de un gran suspiro la chica le confeso su amor, nuevamente los dos se contemplaron con una profunda y apasionada mirada, tras un rato se abrazaron, él acerco dulcemente sus labios a los de ella, la mujer quedó fascinada, como en otro mundo ante aquel hombre que la hacía soñar ypensar que quizás habría encontrado la felicidad que tanto añoraba, tal vez la felicidad no era viajar y viajar sino aquel hombre que la abrazaba y la besaba con tanto amor. Por lo tanto desistió de continuar viajando y decidió quedarse en aquel país, con aquel hombre y hacer su vida, ser feliz por siempre al lado de su amor, de ese amor que pensó nunca encontrar.
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