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  Filosofía
 

Como se plasman los Sueños

 

Para aquellos que me leen por primera vez, os digo que mis artículos, son reflexiones, son contactos, son algunos pensamientos. Quiero que sepáis también, que usamos esta forma de dirigirnos, porque creemos que toda persona es ingénitamente filosófica, o sea «todos somos filósofos»; que no hay una Universidad que pueda hacer filósofos; podrá reconocer mediante un título una serie de conocimientos técnicos, pero no hay universidades que hagan filósofos, como no las hay que hagan poetas o músicos. El hombre lleva dentro de sí esa inquietud. El hombre es «filo-sofos», o sea, «el enamorado de la sabiduría», el enamorado de la profundidad de las cosas.

Ese filo-sofos está en todos nosotros. Simplemente es cuestión, como diría Sócrates, de reencontrarse. Encontrarnos a nosotros mismos para reencontrarnos, para vernos en ese espejo encantado nuestro nuevo rostro, el rostro interior que podemos tener, el rostro profundo.

Y de ese rostro profundo podemos partir, para el tema de la conferencia de hoy de «Cómo se plasman los sueños». Yo no voy a hablar de los sueños en el sentido físico, o sea, de estar dormido o de estar despierto, sino que mi charla simplemente va a girar alrededor de cómo se plasman los sueños, pero sueños como ilusiones, como arquetipos; es decir, como todo aquello que está detrás de las cosas físicas.

Yo no desconozco que existe una Ley de la gravedad que hace correr el agua de la montaña al mar, pero esa Ley de la gravedad es un ente mecánico, detrás del cual tiene que haber un Ser, y ese Ser, como diría Calderón de la Barca, es el sueño que sueña el río.

El río es río y corre porque sueña que corre; los pájaros, de alguna manera, sueñan que son pájaros, y de alguna manera nosotros hemos soñado lo que nosotros somos. De alguna manera, todos nosotros tenemos dentro una serie de sueños, unos artísticos, los otros familiares, económicos, sociales, políticos.
Todo el mundo tiene sueños. A veces creemos que porque una persona sea pobre o porque vaya vestida de una manera u otra, esa persona no tiene posibilidad de soñar. Todos nosotros de una manera u otra, tenemos la posibilidad de soñar.

Todos nosotros de una manera u otra estamos en contacto con ese Ente interior donde viven los arquetipos, donde están los sueños.
Todos nosotros, sentimos a veces en nuestra humildad, en nuestro recogimiento, sentimos pasar las grandes centellas de los sueños. Hay voces misteriosas que nos gritan desde los poemas, esos que tal vez nunca escribimos porque somos tímidos para hacerlo.

Hay músicas extrañas, pero que no podemos plasmar porque no sabemos manejar un instrumento o porque no conocemos música. Hay mil ideas de cómo hacer esto y aquello, pero no podemos hacerlo porque no tenemos la fuerza económica necesaria.

Existe dentro nuestro un mundo arquetípico, existe dentro nuestro una llamada ancestral hacia la Perfección, hacia el Bien, hacia la Concordia, hacia el Amor. Una llamada fuerte, poderosa, constante, que no nos abandona nunca. Es una llamada que no envejece jamás, es una llamada que no peina canas; no importa la edad que tengamos, esta llamada sigue dentro nuestro, sigue... sigue... sigue...

¿Y cómo se plasman los sueños? Vamos a ver un pequeño esquema; hemos hablado varias veces que en la Naturaleza podemos dividir 7 planos, así como hay 7 días en la semana, 7 notas musicales básicas, 7 colores fundamentales, etc. Existe un septenario que rige el mundo manifiesto que conocemos.
También la plasmación de los sueños está regida por el número 7. Existe una dimensión que la podemos llamar de la voluntad, en esta dimensión las cosas son químicamente puras; los que habéis leído a Schopenhauer, recordaréis lo que él decía sobre la voluntad, o sea, sobre unos impulsos puros, sobre esa suerte de números o cosas que existen más allá de todas las apariencias y que provocan una y otra vez fenómenos similares.

A este mundo no le alcanza la muerte, no le alcanza la decadencia, no le alcanza ninguna de las formas de desprestigio que hoy conocemos.
Debajo de él estaría el mundo de la intuición, en donde sujeto y objeto se ponen en contacto directo, en donde podemos, de alguna manera, conocer las cosas directamente sin necesidad de intermediarios. Por ejemplo, si vais a Grecia y visitáis el Partenón, diréis que el Partenón es bello, aunque no sepáis de arquitectura ni de arqueología.

Sin embargo, cualquiera de los aquí presentes me podría decir si un objeto es bello o si no lo es; tal vez no estemos todos de acuerdo, tal vez tengamos distintos cánones de ver la belleza, pero todos podemos decir si algo es bello cuando es bello. No hace falta que nos lo expliquen, si está hecho con este u otro material; hay algo dentro nuestro, algo inexorable que nos hace decir, que algo es bello o no.

Existe un tercer plano, el plano del intelecto. Según los filósofos griegos, es aquel que nos permite entender las cosas en su profundidad, captar las cosas a fondo, llegar a la médula de las mismas. Por debajo está el mundo de la razón y de los deseos; en este plano entramos en la eterna dualidad, pues nuestra mente es dual. Es el plano de la razón con deseo, la que trata de saber algo, la que tiene sed de conocer las cosas, de especular, de ganar y de perder.

Por debajo está el mundo psíquico, donde empiezan nuestros sueños, nuestras imaginaciones, nuestras fantasías. Ese mundo psíquico que hace que cambie completamente nuestro ser ante los demás.

Hay personas que no son hermosas físicamente y sin embargo tienen un encanto especial que hace que nos sintamos atraídos hacia ellas, tienen un «algo» que despierta nuestro interés. En cambio, hay personas con un aspecto físico muy bueno, bien vestidas, de agradable apariencia pero que nos caen inexplicablemente mal, no nos son simpáticas. Y uno se pregunta frecuentemente por qué alguien bueno y honrado, nos cae mal.

Estamos ante el mundo psíquico que se relaciona de alguna manera con el mundo intuitivo; es el mundo de la psique que corona un mundo inferior, es el mundo de la vitalidad. Todas las cosas tienen vitalidad. Todas las cosas tienen un hálito de vida y ese hálito las mantiene manifestadas. Así, por debajo del plano de la vitalidad, estaría el plano de la manifestación.

¿Cómo se manifiestan los sueños? Hay un mundo arquetípico. Por ejemplo, si yo os pregunto: ¿cuánto hacen 2 más 2? Hacen 4; perfecto, pero, ¿cuánto qué? No hace falta aclarar. Existe, pues, un mundo superior, abstracto, que está más allá de los atributos de color, de forma, de tamaño, y en este mundo existen los arquetipos de los sueños que se van a ir plasmando hasta su manifestación.
Pero los sueños, según los filósofos clásicos, no son producto de los hombres sino que serían previos a los hombres. Estos sueños, estos arquetipos, habrían existido desde el comienzo de todas las cosas. Todo existe en la Naturaleza más allá de lo que el hombre puede descubrir o no. Existe un esquema previo natural que está más allá de lo que nosotros podamos captar. Hoy decimos que hay 7 notas musicales, hemos separado nuestra semana en 7 días de acuerdo con los planetas etc..., pero ya estaba plasmado de alguna manera, ya estaba imbricado dentro de la concepción misma del Cosmos. Estos sueños viven y existen cual fantasmagóricos amigos, extraños seres que nunca nos abandonan, viven en su mundo de arquetipo. Grandes trasgos, caballeros, damas, luces de colores, cosas extrañas, voces desconocidas, cuadros que nunca vimos, palabras que nunca habíamos escuchado, palabras que nunca aprendimos...

Existen, están en esa especie de Caja de Pandora de donde nunca escapó la Esperanza, los sueños que se van a ir plasmando poco a poco.

¿De qué manera se plasman.? Se plasman realizándolos paso a paso. Veamos qué es lo primero que hacéis para construir una casa, por ejemplo. Primero la queréis, o sea, tenéis un acto de volición. Luego pensáis, que os gustaría que tuviera una ventana con 4 barrotes y con dos macetas, y con un pino y un perro, etc. Eso lo sentís, lo intuís de alguna manera, es vuestro arquetipo. Ya está vuestro sueño descendiendo, está «encarnando». Pero ahora vais a empezar a «inteligir» ese sueño. ¿De qué manera concebís esa casa? ¿En forma de torre, cuadrada, alta, baja, grande? Así, empezáis a inteligir vuestra casa. Luego viene la otra parte: ¿qué vale el metro cuadrado, y el cemento, y el ladrillo, etc... etc...? ahí está el mundo de la razón, el mundo de los deseos.
Cuando lográis razonar aquello que más o menos os es posible hacer, entonces psíquicamente lo empezáis a desear, ha entrado al mundo psíquico, al cual le estáis prestando con la repetición, con la atención, una vitalidad que va aumentando. Eso es vida, habéis dado vida a vuestros sueños.

Tal vez existan sueños que no son tan fáciles de realizar, pero este sería un tema que nos llevaría mucho tiempo. A veces, hay intereses creados, hay elementos que limitan nuestros sueños. Los sueños de los demás, a veces, limitan nuestros propios sueños.

Hay cosas, elementos que no dejan plasmar los sueños como nosotros queremos que se plasmen. Pero para eso hay que ejercitar la voluntad, hace falta ejercitar el dominio sobre sí mismo, y hace falta también saber desear las cosas. No basta con que las pensemos, hace falta desearlas.
Os refiero mi experiencia personal: yo he pensado y he deseado Acrópolis; hoy está en 30 países. Cuando la soñé, cuando la plasmé hace 24 años, estaba yo muy lejos de aquí y sin medios para poder hacerlo. Sé en mi propia carne y en mi propia vida, lo que es pasarse las noches con un duplicador imprimiendo hoja tras hoja, y luego salir a la calle con un cubo e ir pegando los carteles de conferencias uno mismo pared por pared. Y luego, sentarse a esperar gente para dar la conferencia.

Hace falta tener voluntad, tener fe en nosotros mismos, y hace falta conectarse con ese mundo espiritual, con esa gran reserva espiritual que existe ahí arriba. La Voluntad, la Intuición, el Intelecto.

Ahí, de alguna manera, viven nuestros sueños, viven nuestros arquetipos, los que realizaremos ahora o en algún otro momento. Allí vive lo que alumbraba al Quijote que vivió loco y murió cuerdo, pero ¿quién sabe? tal vez no murió cuerdo ni vivió loco, a lo mejor fue al revés... Porque no hay mayor locura que dar tanta importancia a las cosas de la carne, y tanta importancia a las cosas aparentemente razonables.

Tal vez no haya mayor cordura y mayor acercamiento a la Verdad que saber enfrentar las cosas con profundidad y con fuerza. Saber cantar juntos, saber hablar juntos, saber estar juntos, poder soñar profunda y poderosamente. Hay que soñar pero no a la manera de un «potai» japonés o chino, sentado con una gran panza y mirando para arriba.

No. Hay que soñar poderosamente, hay que soñar hasta que se salten las lágrimas de los ojos, hay que soñar tensando los músculos, hay que soñar cerrando los ojos.

Hay que ser toda una Voluntad en marcha hacia ese Sueño que nosotros queremos. Debemos tener una Fuerza Interior que es lo que nos diferencia de las bestias. Eso es lo que nos diferencia, esa Fuerza Interior, esa Fuerza de Soñar, de Crear.

Si hoy el mundo se viniese abajo, si hoy perdiéramos nuestro Arte, nuestra Ciencia, toda nuestra Filosofía, toda nuestra Literatura, todas nuestras ciudades, nuestros caminos, etc., aunque sólo quedase una pareja sobre la tierra, volverían a repoblar el mundo, y volverían las bibliotecas, los poemas, los niños, los cuadros pintados. Volvería a haber Partenones y volvería a haber Pirámides. Porque el hombre lleva dentro de sí los arquetipos de la totalidad de la Humanidad.

Cada uno de nosotros refleja en cierto modo todos los hombres que existen sobre la tierra; cada uno de nosotros tiene dentro de sí todos los sueños de los hombres que vivieron sobre la tierra, y también de los hombres que van a venir.

Cada uno de nosotros tiene un potencial insospechado, más hace falta tener tenacidad; no es fácil plasmar los sueños, es muy difícil. Tenemos que poder hacer el esfuerzo de plasmar los sueños año a año, mes a mes, día a día, hora a hora, minuto a minuto.

Y si no tenemos sueños, pues sigamos el sueño de otro, pero no nos quedemos sin sueños. Tampoco tenemos estrellas en las manos, y sin embargo, hemos aprendido a dirigir nuestras miradas hacia las estrellas que están en el cielo.

Tampoco tenemos manantiales de agua en nuestro pecho, y sin embargo, hemos aprendido a beber de los manantiales de las montañas.
Así también, si no tenemos un sueño propio, intentemos seguir alguno grande que nos verticalice, que nos haga ser humanos no sólo por fuera sino también por dentro. Pero si realmente somos Hombres como lo quiere la Filosofía y como lo quiere la Naturaleza que está dentro de cada hombre, entonces nos erguimos en nuestros pies y en nuestra humildad ante Dios.
Podemos decir: yo soy un hombre, yo tengo sueños, no soy una máquina, estoy mucho mas allá. Puedo hacer, puedo mejorarme a mí mismo, puedo soñar algo que esté por encima de mí mismo. Soy un poco de Creación, y de tal suerte puedo soñar con un Hombre Nuevo; un Hombre Nuevo que no tenga nuestras limitaciones, un Hombre Nuevo que cuando nazca Poeta pueda escribir sus versos, un Hombre Nuevo que cuando nazca Músico pueda escribir sus músicas.

Un Hombre Nuevo que podrá vivir ecológicamente, no en contra de la Naturaleza sino a favor, siguiendo sus propias leyes naturales, estando depurado por fuera y por dentro.

Un Hombre Nuevo que no conozca el miedo, el odio, el rencor. Un Hombre Nuevo que nos recuerde con Amor, en el sentido de que nosotros le hemos soñado cuando no existía...

En este momento oscuro de la Historia, en medio de todas las crisis, en medio de la caída de todos los valores, en medio de todas las vacilaciones y las dudas, nosotros nos hemos atrevido a Soñar con El, con un Hombre Nuevo. Con el Nuevo Hombre que va a venir, alguien que va a nacer en nosotros, alguien que pueda escribir sin pornografía, alguien que viva en las ciudades sin ensuciarlas.

Un Hombre Nuevo que sea íntegro por dentro, un Hombre que no lo puedan comprar con todo el oro del mundo, un Hombre que sea realmente consciente de su Inmortalidad, un Hombre que sepa que ser hombre no es simplemente tener un esqueleto, huesos etc... sino algo más profundo. El Hombre es como un Rayo, un Relámpago en medio de la Noche...

Ser hombre en este momento histórico, ser semilla de Hombre Nuevo, es precisamente ser como una Luz en la noche. Nuestro camino, como decía un pensador, hace muchos años que está alumbrado por los relámpagos, y a través de esos relámpagos, vamos a poder llegar hasta ese Hombre Nuevo y Mejor que todos soñamos. Vamos a poder hacer descender los sueños, nuestras manos llenas de semillas van a recibir las palomas blancas de la inspiración, y otra vez habrá Homeros que canten; otra vez, habrá hombres grandes que han esculpido y han pintando. Otra vez podremos estar orgullosos de SER HOMBRES.

Esa es la plasmación de los sueños, de los pequeños sueños como el de la casa; y de los grandes sueños como el de plasmar un Hombre Nuevo. Es la mecánica filosófica que hace que los sueños puedan encarnarse, plasmarse.
Cada uno de nosotros somos un sueño. De alguna manera vosotros me habéis soñado y yo os he soñado a vosotros. Porque nos hemos soñado mutuamente, nos hemos encontrado.

En este mundo de sueños e ilusiones, sepamos en realidad lo que somos: ¿una luz que pasa el horizonte? Somos Hombres, somos Filósofos, somos la Semilla del Hombre Nuevo, somos esa Fuerza ineludible que puede hacer aquello que soñaba Cervantes en su Quijote: convertir a los gigantes en molinos de viento y no los molinos de viento en gigantes. Recordad cuando el Quijote va a arremeter contra los molinos creyendo que son gigantes, y le dice Sancho: « ¡Cuidado!, que son molinos...» El Quijote le contesta: «Eso son ogros, son nuestros enemigos», los arremete y cae en tierra. Entonces Sancho le dice: «¿No le dije, señor, que eran molinos?» y responde el Quijote: «Y no te dije yo, Sancho, que hay cosas que solamente las enseña la Caballería: de que gigantes hay que al arremeterlos, se convierten en molinos de viento...»
Eso lo debemos aprender, eso lo debemos sentir, eso lo debemos tener en nuestro corazón y en nuestra cabeza. En cada carta que escribamos, en cada momento en que estemos en contacto con otro ser humano y aun cuando estemos a solas. Recordad siempre que tenemos la dignidad de SER SERES HUMANOS, que detrás nuestro hay miles y miles de años de historia y que por delante hay miles y miles de años de Futuro.

Que somos un Eslabón de una Gran Cadena y que tenemos la Responsabilidad Histórica de llevar las Nuevas Semillas hacia el Mundo Nuevo y de abrir los Surcos de la Tierra Nueva. Tengamos la fuerza suficiente para levantarnos cada mañana renovados; y seamos lo que seamos, hagamos lo que hagamos, tratemos de hacerlo bien, tratemos de hacerlo de manera Acropolitana, de manera filosófica.

Tratemos siempre de estar conectados con este mundo de sueños, con este mundo que después de la muerte nos espera para recibirnos maravillosamente, envueltos en la Paz del Deber cumplido.

 

 

El misterioso arte de vencer

En el acto de estar erguido como una lanza que avanza contra el viento a través de la niebla, más allá de lo conocido y lo desconocido, reside el ser filósofo. Filósofo significa el enamorado de la Verdad, el enamorado de la Sapiencia, aquel que pone todas las cosas por debajo de la búsqueda de esa Sapiencia. Un enamorado tal vez no es un ser del todo inteligente, pero sí es un convencido de que va a llegar a la meta que se ha propuesto, alguien noble que trata con todas sus fuerzas de alcanzar aquello que se vislumbra más allá.

Hoy el tema que voy a tocar es el del misterioso o difícil Arte de Vencer. Cuando digo vencer, no me estoy refiriendo a vencer sobre nadie, abatir puertas, echar abajo murallas, sentir que otros son más débiles que nosotros, sino a algo mucho más profundo. Hace muchos años tuve un Maestro que me decía que el Arte de la Felicidad estaba en lograr objetivos, pero no a costa de otros, sin basarse en la infelicidad de los demás; y en cierta forma el Arte de Vencer consiste en poder llegar a nuestras metas sin utilizar a los demás como peldaños, sin encaramarnos sobre la cabeza de los débiles, sin pisotear a aquellos que aparentemente nos están cerrando el paso, sino de una manera muy diferente, de todo corazón y con toda fuerza. ¿Qué es este difícil o misterioso Arte de Vencer?

Hay personas que, parece ser, vienen al mundo con una estrella y todo les sale bien. Hay otras, en cambio, a las cuales les es muy difícil lograr cada cosa. Y encontramos a veces a los Elegidos de la Historia, que con su sola presencia pueden hacer verdaderos milagros.

Recuerdo un atardecer en Grecia, hace dos o tres años; en Macedonia, para ser más exacto. En ese atardecer rodaban mis lágrimas. Yo estaba en las ruinas de Filipópolis y estaba leyendo unos fragmentos de cartas de Filipo Sother. Filipo Sother narraba cómo ellos habían marchado con Alejandro, y que cuando lo hacían, en verdad podían realizar milagros, gestar maravillas, pero desde que Alejandro murió, ellos nada más que podían hacer pequeños prodigios. Querían ser grandes, pero no podían dejar de ser, de alguna manera, mediocres y pequeños. Ellos no podían decir que eran hijos de Amón, sino que eran hijos de hombre y de mujer.

Y cuántas veces, mis queridos amigos, cuántas veces nosotros nos encontramos en la vida queriendo hacer una proeza, algo maravilloso, pretendiendo avanzar de tal manera que todos nos vean, nos sigan, y sin embargo, tan sólo podemos dar pequeños pasos; cuántas veces querríamos cantar como cantan los mirlos, cuántas veces querríamos volar; y sin embargo, solamente salen de nuestra garganta pequeñas voces oscuras, o nos vemos limitados a tener que andar sobre nuestros pasos, andar y andar hacia ese horizonte que nunca acaba. De ahí entonces que nos preguntemos, de todo corazón, como filósofos, en qué consiste el Arte de Vencer. ¿Por qué algunos vencen y otros no lo pueden hacer?

Tal vez, mis queridos amigos, la vida sea como el cable del micrófono que tengo en las manos, del que uno no sabe exactamente qué longitud tiene, y hay que estar preparados y sensibilizados para notar cuándo llegamos al final, cuándo nos está avisando de alguna manera la adversidad de que hasta aquí podemos llegar.

El acto de vencer, entonces, no sería convertirnos todos en Alejandro, porque no todos podemos ser Alejandro, ni Alejandro puede ser tampoco cada uno de nosotros. Cada cual es lo que es, y el Arte consiste en ser lo que nosotros somos realmente, en nuestra verdadera, en nuestra propia dimensión, sea cual sea nuestro tamaño.

Todas las antiguas Culturas, las viejas Civilizaciones, tenían sistemas llamados de Iniciación, en los cuales se potenciaba al hombre. Por lo general, tenemos una idea bastante equivocada de lo que eran las antiguas Iniciaciones, creemos que consistían en, digamos, recetas, fórmulas; es decir, que se presentaba ante nosotros Pitágoras o Platón, y nos decía: «Tú te vas a levantar a tal hora, vas a comer un huevo de tal manera y luego vas a dormir de tal forma». No, desgraciadamente, parece ser que no era tan fácil, porque si no, muchos habrían llegado al final del camino. No, no era tan fácil, sino mucho más humano.

Hoy todo lo imaginamos a través de fórmulas, todos los triunfos y las soluciones las ideamos a través de sistemas. Si algo va mal, está fallando el sistema político, si tenemos problemas económicos falla la administración, y no nos llegamos a preguntar en un momento dado: ¿no será algo humano? De alguna forma, ¿no seré yo? ¿Hasta dónde llega el valor de los sistemas? ¿Hasta dónde el verdadero valor no estará en esta pizca de Dios enamorada, que es el Hombre?

El hombre tiene su valor fundamental, por eso los antiguos no trataban de comunicar a ese hombre verdades extraordinarias, cosas misteriosísimas, sino que trataban más bien de lavarlo, limpiarlo de todas las cosas del mundo, despejarlo de su propia animalidad, de sus temores, de todo aquello que pudiese impedir su marcha, para que pudiese surgir de dentro hacia fuera, como el loto blanco, desde el corazón mismo de las cosas, y alzarse hasta esa epopteia de llegar al final de cada cosa, que está representada en las columnas cuando vemos abrir sus capiteles a muchos metros del suelo. Ninguna columna abre su capitel debajo, todas lo hacen arriba. Los antiguos nos han dejado un legado de enseñanzas sobre todo esto archivado en sus imágenes.

Recuerdo el gran templo de Karnak. En el santuario de Amón, donde están los capiteles de las columnas, aquellos que están algo más alejados parece que fuesen pimpollos cerrados de lotos; los que están más cerca están abiertos completamente al Sol vertical. Es una eterna enseñanza que nos invita a acercarnos a nosotros mismos, a ese centro de poder que todos tenemos en nuestro interior.

Las antiguas civilizaciones se ejercitaban generalmente a través de cuatro grandes grupos de Pruebas: Tierra, Agua, Aire y Fuego. Exotéricamente, o sea, exteriormente, esto tiene que ver realmente con la tierra, el agua, el aire y el fuego, pero esotéricamente tiene que ver con ciertos componentes de nuestra personalidad, o sea, con nuestro cuerpo físico, nuestro vehículo de energías, nuestro vehículo psicológico y nuestro vehículo mental, aquel del cual surgen todas las cosas que nosotros recibimos, obtenemos y ofrecemos. Pero las Pruebas en sí eran de carácter realmente físico y reales, muy reales.

Se han encontrado, cerca de Siracusa, los restos de un pozo iniciático -yo los he visto- en los que hay una serie de agujeros laterales. Cuando el candidato estaba bajando al pozo, un pozo muy oscuro, por una pequeña escalera, de los agujeros salían manos que lo empujaban mientras voces invisibles le gritaban: ¡te caes! Imaginad el miedo del discípulo, que no sabía que abajo había una red esperándole, o sea que de todos modos no se podía matar. Hoy está prácticamente cegado y lo que se ve son pocos metros, pero entonces tal vez fuesen muchos más. Imaginadle cogido fuertemente a la roca, luchando por vencer su miedo y tratando de seguir adelante un paso más.

Vencer no era en ese momento llegar al final de la escalera; esa sería la victoria final. Vencer era el paso a paso, superar un escalón, el siguiente, el siguiente. Uno de los grandes errores que cometemos es que nosotros, frente a una escalera, miramos el conjunto y nos planteamos el subir o no toda la escalera. Esa no es la posición psicológica adecuada para enfrentar la adversidad, sino que hemos de plantearnos subir peldaño a peldaño. ¿Cuál es mi problema inmediato? ¡Este peldaño, no ese, ni aquel! Si mantenemos la mirada exageradamente alta, cosa que a veces les sucede a muchos idealistas, a muchos espiritualistas, es fácil tropezar con los primeros escalones y rodar al abismo. Hay que saber dónde se quiere llegar, pero paso a paso, lentamente, y sin, digamos, planificarlo demasiado. Si sabemos estirar nuestra mano, siempre va a haber algún Angel bondadoso, real o soñado, que cogerá nuestra diestra y nos ayudará en el camino.

Vosotros sabéis que las mejores espadas se hacen a golpes, y se pasan del calor al frío, del frío al calor, de una manera verdaderamente brutal. ¿No necesitaremos también nosotros ser templados? Recibir los golpes de la vida como la espada recibe los golpes sobre el yunque. El que haya visto alguna vez trabajar un yunque, sabrá que junto a los martillazos se puede escuchar otro sonido. Son los gritos del metal que se siente aplastado. Sí, la espada grita pero permanece, grita y permanece, grita y permanece; hasta que al fin ese hierro que no era nada más que un metal simple y sencillo, se va convirtiendo, por los golpes -y por haber sido inmerso en las aguas frías o en las misteriosas sustancias de la aleación-, en desnuda hoja de acero, y entonces, adquiere dureza, corte y elasticidad. ¿No será de alguna forma similar el proceso de nuestra propia forja en la vida?

Estaba leyendo en la Revista de Acrópolis, aquí en España, que acaba de salir(1), precisamente un artículo sobre las espadas. Hay en él un relato japonés en el que cae la nieve sobre un cerezo y sobre un sauce. La rama del cerezo, que es muy rígida, recibe la carga de nieve una y otra vez, hasta que se rompe; el sauce, que es más elástico, recibe la carga de la nieve y va inclinándose ante su peso hasta que la nieve cae y esa rama del sauce se levanta de nuevo. Tenemos que volver a lograr ese temple interior, entender que caer es simplemente para levantarse otra vez. Nadie cae definitivamente, pues todas las cosas en este mundo son pasajeras. Todo tiene un valor relativo, nuestros triunfos y nuestros fracasos. En base a esa humildad de corazón, podemos seguir realmente avanzando. Si logramos el dominio de esos cuatro elementos de la Naturaleza en nuestro interior -los llamados Tierra, Agua, Aire y Fuego- tal vez no hagamos milagros, no somos hijos de Amón, al menos de manera directa, pero podemos hacer ciertos prodigios.

Hay ejercicios fáciles que pueden sernos útiles a fin de intentar comprender. Coged una botella cualquiera llena de agua y mantenedla enhiesta con el brazo horizontal. Al principio parece algo muy fácil, quién no va a sostener un litro, pero cuando pasa el tiempo y la acumulación del peso y la posición de nuestro brazo se va haciendo más dolorosa, cada vez sentimos más el peso y parece que hubiese una vaca colgada de nosotros.

Haced algo diferente, poned en práctica vuestra Voluntad. Haced que vuestros ojos y vuestra mente empiecen a contar, por ejemplo, las distintas bombillas que pueda haber en el techo (sin dejar la botella). Veréis que se puede resistir mucho más fácilmente si se mantiene la mente alejada del dolor.

Sucede igual en las cosas de la vida. Si mantenéis vuestra mente agarrada a cada uno de los problemas, a esa pequeña muerte cotidiana que se nos viene encima, al temor que no han sabido lavar en nosotros porque no estamos en el siglo V a.C., no podréis resistir ni el más leve impacto de la adversidad.

Tenemos que intentar entonces alzar esa mano, rescatarla un poco de las cosas del mundo, ir imponiendo nuestra Voluntad, una Voluntad que no debe ser ostentosa, que debe marchar sola y natural.

Cuando enfrentáis una seria adversidad, tratad siempre de resistir un minuto más, no penséis que vais a aguantar una hora, un día, un año, toda la vida; no, no, un minuto más, nada más que un minuto más, y luego otro minuto más, y así, poco a poco, se irán sumando cifras mucho más grandes. El poder de nuestra mente es terrible. Haced otra prueba, medid la duración psicológica de un minuto. Cuando el segundero llegue de nuevo a su cénit, cuando dé la vuelta completa a la esfera, vais a recibir un gran premio, una inmensa felicidad (cada uno sueñe la felicidad que quiera). Vais a ver qué lento marcha el segundero, parece casi que retrocediese. Ahora hagamos la experiencia a la inversa, pensemos que cuando dé la vuelta al segundero estallará una bomba debajo nuestro, vais a ver entonces qué rápido huye, punto tras punto, diría uno que el reloj se ha vuelto loco. Sin embargo, el reloj siempre marca los mismos instantes con idéntico ritmo.

¿Qué es lo que ha cambiado? Nuestra perspectiva. Si nosotros deseamos algo con fervor demasiado apasionado, se nos hará infinitamente lejano.

Debemos saber dar a la vida el valor que realmente tiene, entonces vamos a obtener una dimensión mucho más verídica de todo lo que nos sucede. Hoy generalmente corremos tras el dinero, la fama, el reconocimiento; un automóvil mejor, un piso más grande, la última nevera que salió, que hace los cubitos redondos... así, estamos siempre en tensión, nada nos basta, porque siempre nos parece que tenemos poco, que necesitamos algo nuevo. Ese es el gran fantasma del consumismo que nos han incrustado en el alma, y es una de las peores formas de materialismo.

Sepamos conformarnos con cosas sencillas. Yo no digo renunciar a tener más, digo simplemente estar en paz con el propio corazón, y luego ver de qué manera podemos prosperar un poco más. El secreto está en saber realmente qué es lo que podemos hacer, cómo lo podemos hacer y poner toda nuestra atención y toda nuestra fuerza en ello.

En verdad, tenemos más fuerza de lo que creemos. Cada uno de nosotros, por pequeño que sea, tiene grandes posibilidades. Algunos pensarán: «Yo no voy a escribir poesías porque igual..., ¿quién me las va a editar? No soy tan bueno». Perdamos un poco ese sentido de la comparación, de la competición, esa especie de deporte insano donde nos han metido. Salgamos de esa mentalidad y hagamos las cosas por la cosa en sí. Si os vienen al alma poesías, si os bajan poesías como bajan los pájaros sobre los nidos, recibidlas, mantenedlas, echadlas al vuelo, ¡no importa que no las editen!

Cuando no había imprenta, ¿cómo hacían los poetas? En la época de Safo ¿cómo hacía la excelsa poetisa para llevar su creaciones a todo el mundo y haber llegado hasta la Edad Media, en que fueron desafortunadamente destruidas? No había imprentas, ni editores, sólo tenía poesías, y esas poesías se repartían de mano en mano, poco a poco. No necesitamos grandes medios para que nuestras creaciones y hallazgos sean reales. El libro que más quiero lo comencé a escribir cuando tenía diecinueve años, y no pensé jamás que sería editado, simplemente lo escribía porque así lo sentía.

¿Cuántos hay que tienen dentro suyo libros, mensajes, tesoros, personajes? Hay que sacarlos, hay que tener la fuerza de extraerlos fuera de sí, mostrarlos al mundo, que está sediento de cosas espontáneas. El mundo está harto de que le hablen a través de los grandes armazones de los sistemas, y quiere que le hablen de corazón, de hombre a hombre, de mujer a mujer, de persona a persona. De ahí el viejo sentido romano de la concordia, corazón con corazón. Eso no es igualdad, no -la igualdad es estéril-, sino que es algo que hace que se complementen lo uno con lo otro, como los dientes de un engranaje, en el que van entrando las salientes de unos en los huecos que dejan los demás... Y en ese entrar las salientes de unos en los huecos que dejan los demás, existe la posibilidad de transmitir la fuerza: fuerza espiritual, fuerza física, ¡qué más da! fuerza interior... la fuerza interior que lleva en sus brazos la Victoria, esa Victoria final que nos espera a todos, a través de los pequeños logros, esos que deben ser cotidianos, que deben ser continuados y que nos tienen que llenar el corazón de fe y de ilusión.

Tal vez pintáis cuadros, tal vez hacéis dibujos, ¡hacedlos! No importa que la gente los reconozca o no. Más allá de la gente, más allá del entorno, hay otro Juez, un Juez muy grande, tanto que no podemos decir qué tamaño tiene. Tan bueno que no podemos imaginarlo, y tan justo tan justo, que más allá de los actos, lee los corazones que inspiraron los actos.

Y ese gran Juez, de alguna forma, extenderá su capa sobre nosotros y abrigará nuestros pequeños logros, nuestras pequeñas ilusiones: los versos que nunca hemos escrito, los dibujos que no hemos realizado, los amores que no hemos tenido, las oportunidades que se nos escaparon, pero que viven de alguna forma mágica en ese mundo de redención sublime, y que nos acompañarán, a través de los milenios, hacia una realización interior y total.

Cada uno de nosotros, aun el más pequeño, aun el que se sienta más disminuido, aun el que crea que está más solo, tiene la capacidad de la Victoria. Tiene la capacidad de marchar y marchar a través de esos pequeños éxitos, de esos pequeños pasos que le van a lanzar poco a poco hacia adelante.

No hacen falta fórmulas, tampoco apoyos especiales; siempre se puede ir hacia adelante, perfeccionarse más y más. Cada uno de nosotros debe buscar su propia Luz, su propio lugar, y si estamos felices donde estamos, magnífico, y si no estamos felices podemos estarlo en otra parte. Lo fundamental es no hacer daño a nadie, lo fundamental es quemar nuestra propia cera, no quemar la del vecino. Lo fundamental es tener Luz. Hay que elegir: Suponed que tenemos una vela; ¿queréis tener esa vela o queréis tener luz? Si queréis tener una vela vais a estar toda la vida a oscuras, si queréis tener Luz vais a tener que consumir esa vela, coger una cerilla, rasparla y aplicarla, y dejar que se encienda la Luz, esa Luz que es siempre vertical como una espada luminosa.

De cualquier manera, las cosas materiales caen, se resquebrajan y se van. Decían los antiguos: Omnia Transit; Todo Pasa, Todo Camina..., todo va hacia el mar, como marchan las aguas; todo tiene un Destino, ¡asociémonos al Destino! Veamos cómo bajan las aguas por las montañas, cantarinas, y ¿cuáles son las aguas más puras?, aquellas que se golpean más sobre las piedras, aquellas que caen en cascadas y revientan en grandes pompas de espuma blanca; las otras, las aguas cobardes, las que se quedan quietas, en remanso, terminan por entrar en corrupción y ningún ser vivo puede habitar en ellas.

Haced de vuestro mundo un mundo de Ideas Grandes, que los buenos pensamientos y sentimientos habiten en vosotros, cantando, como si fuesen pájaros en la rama de un árbol, como si fuesen peces de colores en lo profundo del mar. Que habiten dentro nuestro grandes Seres libres y coloreados.

No os dejéis caer de rodillas, levantáos otra vez y otra vez. Apoyad vuestras manos, como alas, como garras, contra los costados de la Historia y proyectaos hacia adelante, siempre hacia adelante. Todos hemos de morir y tal vez todos hayamos de renacer. Todos estamos sujetos a la Gran Rueda, al gran Samsara. Pero más allá de todo eso, también estamos sujetos a nuestra propia Voluntad.

Hace unos años, cerca del Desfiladero de las Termópilas, encontré aquella vieja inscripción que decía: «Ciudadano, si llegas a nuestra ciudad, diles que aquí han muerto trescientos espartanos por cumplir sus Leyes». Ellos han sabido cruzar la Historia con su ejemplo. Leónidas no contó los persas que tenía delante, contó simplemente que tenía que defender un desfiladero, porque atrás quedaba el tesoro de los atenienses, un tesoro místico y cultural. Logró ganar tres días nada más, pero en esos tres días se salvaron muchas cosas. ¿Dónde están hoy aquellos hombres sino dentro nuestro? ¿Dónde están aquellos magníficos que le preguntaron a Leónidas: «Señor, hoy entramos en combate; ¿hemos de comer bastante para estar fuertes frente al enemigo?» Leónidas les contesta: «No, comed liviano, porque esta noche tenemos un gran banquete con Plutón,(2) el Dios de la muerte». No temblaron esos soldados, sino que le miraron y le dijeron: «¿Y tú, Leónidas, estarás en el banquete?», y el respondió: «Yo el primero». «Entonces, todos cenaremos esta noche contigo y con Plutón» ¿Dónde están aquellos hombres magníficos de otros tiempos? ¿Dónde están, sino dentro nuestro? No se han olvidado, no se han perdido; simplemente, los hemos sepultado con basura, con miedo, con incertidumbre.

Quitémonos todo eso de encima y volveremos a ver otra vez los cascos emplumados, y volveremos a ver otra vez la luz del cielo a través de las murallas rotas, y volveremos a sentir nuestros pasos marchar acompasados con el latir de nuestro corazón batiendo dentro del pecho. ¡Victoria, Victoria, Victoria!


Jorge Angel Livraga

NOTAS:
(1) El autor se refiere al número 96 de la Revista Nueva Acrópolis España, correspondiente al mes de octubre de 1990.
(2) Hades en la Mitología griega. El Prof. Livraga ofrece la versión romana que es más conocida del público en general. (N. del Red.).

 

 EL HOMBRE


1. Introducción

La primera fuerza o necesidad que el hombre experimenta ya desde su
adolescencia, es la de encontrar un sentido a su propia vida. La voluntad de
placer, de gozar de la vida, no es la fuerza fundamental del hombre, no es la
que puede explicar toda la historia de la humanidad y de cada hombre en
particular. Tampoco la voluntad de afirmarse y de ser alguien en la sociedad es
la ultima y mas importante tendencia del hombre.

Lo que en realidad el hombre mas necesita es encontrar un sentido a su
existencia, ubicarse en el mundo del porque y saber si todo tiene un sentido, o
en cambio es solo una promesa que nunca se realizara.

El hombre es capaz de vivir e incluso morir por sus ideales y principios, pero
no puede inventar el mismo estos ideales. No podemos como nos propones Sartre,
inventar nosotros el sentido de nuestra vida. Podemos descubrirlo, no
inventarlo.

La vida del hombre no es, pues, un estado de satisfacción, sino una tensión, un
conflicto, una lucha para descubrir una solución al problema fundamental.

El hombre es esencialmente esta tensión entre el tedio y el deseo. Experimentar
el vacío la perdida del sentido de la vida el lo que constituye la angustia
existencial del hombre..

A veces, el hombre quiere huir de esta realidad y compensarla con el dinero, con
el sexo, la droga, el poder, la actividad frenética.

Pero la pregunta existencial: "Vale la pena todo esto .. ? ", vuelve a inquietar
siempre al hombre. Vale la pena encarar este tema y buscar las pistas de
solución

2. El Hombre es un ser inacabado y en búsqueda de la plenitud

El hombre es un ser contingente.

Contingente significa que es pero podría no haber sido, que su existencia es un
don, algo recibido gratis, como un valor del que no se puede disponer como
dueños. El hombre es un ser contingente porque recibe la existencia, tiene el
ser peor no es el ser. La categoría del tener, recibir, exige una razón, un mas
allá del ente finito; el hombre no es su existencia sino que la recibe de
alguien.

La existencia del hombre, en el cual únicamente el ser se revela, se manifiesta
como recibido, consiste en la apertura al principio absoluto. El hombre así no
es solamente: ser con los otros existentes, ni solamente ser con las cosas, sino
que constitutivamente es también ser abierto a Dios.

Los hombres antes que ir a Dios, Viene de El, o mejor, están viniendo, porque la
existencia es un continuo e ininterrumpido recibir del ser.

El Hombre no es feliz

El hombre quiere realizarse según su proyecto, pero muchas veces esto no es
posible. Cuantos seres humanos no alcanzaron siquiera un minuto de realización.
Cuales son las condiciones que se precisan para llevar a cabo nuestros
proyectos.

Siempre, hasta el hombre mas afortunado, queda insatisfecho de lo que es y de lo
que hace. Dos soluciones parecen abrirse al hombre insatisfecho: o apagar sus
deseos y quedarse tranquilo con lo que tiene, cortar su deseo de plenitud y de
infinito y vegetar, vivir o morir, o buscar mas allá del tiempo la realización
de su ser.

La primera tentativa no tiene posibilidad de éxito. El hombre siempre espera
algo mas de lo que tiene, tiende hacia le felicidad que nunca puede encontrar
mientras viva. La muerte inexorable acabaría con toda felicidad.

La segunda tentativa es la que abre al hombre al hombre al ser absoluto, a un
sentido ultimo de la existencia

Que podemos esperar

La esperanza podría ser una ilusión, un engaño, una incapacidad para aceptar la
realidad de la vida, así como es, un inconsciente cobardía a aceptar la muerte.

El hombre es un ser finito, contingente, limitado y si se crea ilusiones de
plenitud y de felicidad imposibles, él y solo él es el responsable de la
inevitables desilusiones.

Queremos en cambio, demostrar, partiendo de la estructura del hombre mismo, que
la esperanza que la inquieta nos es un residuo de la infancia, ni de ninguna
manera de signo de madurez o cobardía, sino que se revela la misma naturaleza
del hombre. Las cosas materiales y las personas que el hombre experimenta a lo
largo de toda su vida no cubre la inmensidad del ser. Siempre podemos pensar en
nuevos mundos, en realidades mas grandes de las que conocemos.

Detrás del intelecto que tiene un horizonte infinito esta la voluntad como
tendencia hacia el bien conocido, hacia el ser manifestado por el intelecto. Si
el intelecto tiene una apertura infinita, también la voluntad tiene un deseo
infinito.

Querer que el hombre se conforme con lo temporal y presente, limitado, es como
matar al hombre, cortarle la tensión natural hacia el bien infinito.

3. La respuesta del humanismo ateo

La vida no tiene sentido porque el hombre tiene la responsabilidad de darle el
sentido que el libremente quiere darle.

Sartre afirma que el hombre, sin ninguna norma o modelo preestablecido, con una
libertad sin limites, tiene el deber ineludible de elegir libremente que tipo de
hombre quiere llegar a ser y que valor o sentido quiere dar a su vida.

Cambus, en cambio, aun compartiendo el ateísmo de Sartre, afirma que algo tiene
sentido. La vida del hombre tiene este sentido: el no sentido.

El materialismo ateo no responde a la pregunta sobre el futuro del hombre
después de la muerte. Son problemas, afirma Carlos Marx, de origen burgués.
Cuando el hombre haya dominado perfectamente la naturaleza y creado una sociedad
de hombres iguales y felices el problema del mas allá y de Dios perderá todo
interés.

La insuficiencia de un personalidad impersonal

Hay algunos que dicen que hay que conformarse con una inmortalidad en el
recuerdo de los que vivirán después de nosotros. La única forma de sobrevivencia
seria de seguir viviendo en la memoria de las generaciones futuras.

Si la muerte es la ultima palabra en la vida del hombre, nada tiene sentido.
Somos como un fósforo que se prende y se apaga en pocos segundos. Vale la pena?.

Hasta los ateos se revelan ante esta conclusión, no acepta que la existencia no
tenga sentido. De que sirve la libertad si todo termina en la nada?. Cambus
afirma: Que libertad puede haber en sentido pleno, sin garantías de eternidad?.
Aunque no se pueda demostrar filosóficamente la inmortalidad del hombre, sin
embargo, hasta el mismo Jaspers, en el ultimo periodo de su vida subraya la
posibilidad de una pista hacia el mas allá: es el amor.

Gauudium et spes N°18

El máximo enigma de la vida humana es la muerte, el hombre sufre con el dolor y
la disolución progresiva del cuerpo. Pero su máximo tormento es el temor por la
desaparición perpetua. Juzga con instintos certeros cuando se resiste a aceptar
la perspectiva de la ruina total y del adiós definitivo.

Un trampolín para lanzarse al vacío de la esperanza

Que son las situaciones limites. Llamo situaciones limites, a saber que siempre
me encuentro en situación, que no me es posible vivir sin sufrimiento y de lucha
que inevitablemente me cargo de culpas, que tengo que morir. Muerte,
sufrimiento. lucha, culpa.

La única salida, tiene que consistir en un salto realizado gracias a la fe
religiosa, porque las situaciones limites, son enigmas que esconde la
trascendencia. Trascendente es el ser superior distinto y personal que desde la
otra orilla atrae y llama sin que se le pueda ver.

En una hipótesis pesimista, en que la muerte es el fin de todo y de toda
esperanza habría que concluir con la triste constatación: Muy pocos son los
seres humanos que llegan a una personalidad madura y nadie llega a sentirse
plenamente realizado. La conclusión entonces es esta: o el absurdo de una vida
inútil destinado al fracaso o el misterio que nos viene al encuentro como una
esperanza.

4. El hombre como trascendencia espontanea

El hombre se encuentra con la trascendencia y esta siempre abierto a ella con
una perspectiva ultima. Es inevitable, es natural y espontaneo que el hombre se
pregunte por una realidad que esta mas allá de lo percibido, de lo temporal o
contingente.

El problema de Dios, hoy, se enfoca como problema del sentido de Dios para el
hombre, Puede el hombre ser persona libre?. La respuesta depende del concepto de
cada hombre se formula de Dios a lo largo de toda su vida.

Lo que importa no es tanto si crees en la existencia de Dios, o no crees: lo que
importa es que valor tiene esta creencia en Dios para tu vida. Si uno vive
creyendo en Dios pero actuando como si no existiera, el suyo es un ateísmo
practico, este hombre no cree en Dios porque no se fía de El.

Que se entiende por trascendente

En sentido amplio trascendente es todo lo que sobrepasa toda realidad natural y
también al hombre. Esta realidad superior o absoluta es distinta del mundo
aunque se relaciona con el.

En sentido estricto trascendente es un Ser personal infinitamente superior a
toda realidad, el ser absoluto y perfecto del cual todo depende: trascendente en
este sentido es Dios.

No hay un ateísmo sino muchos ateísmos

Ser Ateo o creyente, no depende muchas veces del hombre mismo, sino de la
cultura en que nace, de las circunstancias y experiencias que le vivir.

No se puede hablar de ateísmo sino de ateísmos. Muchas son la formas y raíces
del ateísmo: la que se fundamenta la ciencia, la psicología, en la historia y en
la filosofía.

Si Dios nos quiere, nos quiere para siempre

En la hipótesis de que Dios existe y sea de veras el creador de todo y de todos,
el problema de la inmortalidad del hombre.

Buher y Levinas, de creencia judía, y muchos otros filósofos contemporáneos sin
excluir a Heidegger y Jaspers, no cierra la posibilidad de una vida futura. Si
Dios nos crea como personas significa que nos quiere como personas no nos puede
tratar como cosas que se usan y se tiran. Si el hombre no viviera para siempre,
seria como una cosa que una vez usada, se tira.

El amor de Dios creador que hace existir a la persona garantiza la eternidad del
don personal de la existencia, si Dios me quiere, me quiere para siempre.

Un esquema interesante

El hombre, según el plan de Dios se ubica en el universo según esta relación:

Como "yo" personal: se relaciona con lo demás, con el mundo y con Dios.
Como "comunidad": que no es la suma de los individuos sino algo nuevo, se
relaciona con las personas individuales, con las cosas y con Dios.
Las cosas no están en relación directa con Dios porque El las creo para el
hombre y las confió a su responsabilidad.
Las cosas, pues esta en relación con:

Cada persona individualmente: la cual tiene derecho de apropiarse y utilizar de
manera exclusiva algunos bienes materiales para su necesidad y seguridad.
La sociedad y la humanidad entera, en cuanto al uso de lo bienes.
La sociedad tiene que buscar el bien común que es el conjunto de las condiciones
económicas, sociales y políticas que permiten y favorecen la realización
integral de la persona humana. La persona y la sociedad tiene una relación
directa con Dios. No es posible reducir la relación con Dios a nivel privado,
individual. También la religión tiene que ser vivida comunitariamente.

El hombre va a Dios con responsabilidad personal y también comprometido con los
demás, como miembro de una comunidad religiosa. Nadie puede relacionarse con
Dios dejando de lado la relación con los demás.

El pecado es la ruptura de todas y cada una de estas relaciones:

con las cosas: cuando la persona se deja esclavizar por los bienes materiales y
pierde su dominio y libertad
con las personas: cuando por el odio y la incomprensión rompe los lazos de amor
para con los demás.
Con Dios: esta es la ruptura fundamental. Cuando el hombre no busca los valores
absolutos o rehusa culpablemente la relación con Dios, por no aceptar su amor.
5. Reflexiones filosóficos-teológicas al problema de la muerte

Para completar el problema antropológico sobre la unidad indisoluble de alma y
cuerpo tenemos que enfrentarnos con el problema de la muerte. La solución
platónica parecería ofrecer una explicación fácilmente armonizable con el
mensaje cristiana que anuncia la inmortalidad del hombre, bastaba añadir a la
tesis platónica de la espiritualidad e inmortalidad del alma, la fe en la
resurrección del cuerpo al final de los tiempos.

La antropología contemporánea, en cambio, con la afirmación de la
inseparabilidad de los dos elementos del hombre, cuerpo y alma, parecen total
oposición con la fe cristiana. Queda afirmar que todo el hombre muere o que el
hombre muere del todo.

Todo el hombre muere

La antropología contemporánea acepta el desafío y no teme afirmar que, en
realidad, todo el hombre muere. Si la persona humana es un nudo de relaciones,
la ruptura con los demás y con el mundo dignifica la muerte total del hombre. La
muerte es un existencial, una característica esencial de la condición humana.

La filosofía nos conduce hasta el umbral de la fe

La razón no tiene argumentos para afirmar con toda seguridad que la muerte es la
ultima palabra, ofrece, en cambio, una sospecha, algunos indicios que no tiene
que ser así.

La vida humana tiene sentido, la persona es un fin, no es medio subordinado como
instrumento para algo superior. La curva de la vida biológica, no coincide con
el crecimiento y desarrollo de la persona. La curva de la vida se constituye en
parábola, porque nace, crece, se desarrolla, madura, envejece y muere. La muerte
coincide con la vida porque el hombre va muriendo cada segundo, su vida es
mortal.

Pero existe en el hombre otra línea de vida, la personal, la espiritual o
interior.

La muerte: un despertarse en un mundo nuevo

Muriendo, afirma el teólogo Franklin, acabamos de nacer. De manera análoga al
niño que pasa al nacer, del seno de la madre, al mundo de la luz, así el hombre
que muere pasa, todo entero, alma y cuerpo de este mundo espacio-temporal, al
mundo eterno, totalmente diverso e inimaginable.

La fe cristiana ofrece un perspectiva y promesa de resurrección. Dios no nos ha
creado para morir, sino para llegar a la plenitud de vida y felicidad.

Nos despojaremos de este cuerpo y no revestiremos de uno nuevo

La mayor dificultad de superar es una evidencia irrefutable: con la muerte
nuestro cuerpo queda sin vida y de a poco se descompone y corrompe después
totalmente y entonces, si el hombre sobrevive a la muerte, como el alma no se va
a separar del cuerpo?. Es evidente que el cuerpo que muere y se reduce a un
cadáver, no se trasforma, no se transfigura ni resucita de ninguna manera.

Pero el hecho de salir de este cuerpo no significa desencarnarse, el hombre no
se reduce a puro espíritu, como enseñaba Platon, por el hecho de que pierde este
cuerpo.

Este cuerpo que sembramos en la tierra como una semilla, no se levantara jamas,
no lo recuperaremos materialmente.

6. Una renovada interpretación del credo

La ultima verdad de fe que profesamos es el credo: esperamos la resurrección de
los muertos y la vida del mundo futuro. A la luz de la antropología dualista, la
formula resurrección de los muertos nos hacia pensar en los cadáveres que se
levantarían al final del mundo para reunirse con sus respectivas almas.

La nueva antropología nos sugiere otra interpretación resucitaran los hombres
destinados a la muerte, nosotros que moriremos vamos a resucitar esperamos la
resurrección de los que mueren.

Nadie volvió del mas allá

El cristiano responde: nadie volvió, excepto Jesús, el que crucificado bajo
Poncio Pilato en el año 0 de nuestra era, resucito al tercer día y se apareció a
Pedro y después a los doce.

Jesús y María también, nos dice M. Schmaus, uno de los teólogos mas seguros en
su reciente manual de dogmática. La única diferencia esta en que sus cuerpos no
fueron abandonos a la corrupción, sino que en ellos hizo su aparición el hombre
nuevo y la muerte fue un pasaje trasfigurador hacia lo definitivo del mismo
cuerpo material que tenían en el momento de la muerte. 



 
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